24 de marzo de 2015

Obligados a ser felices

Este pasado viernes día 20 de Marzo se ha celebrado de forma internacional el día de la felicidad. Me quedo pensando en algo más allá de todo este negocio de lo feliz, que vino contrarrestando a todo el "momento crisis". Abrumados de tanto escuchar noticias grises llenas de recesión, depresión y quiebra, eran cada vez más los necesitados por oír algo diferente, notar aire fresco y ver que sí había algo distinto y opuesto más allá de todo ese tinglado que nos habían montado. Y así, vimos como surgían (y continúan surgiendo) sin cesar desde hace unos años recetas mágicas, teorías, frases que invaden desde camisetas hasta láminas pasando por bolsas de tela, libros y más libros... Y todo sobre ella: la escurridiza felicidad. 
La felicidad se entiende de forma diferente en cada cultura, y el concepto va transformándose a lo largo del tiempo. Antes, se entendía como que el más feliz era quién más tenía. El estatus  en la sociedad era la herramienta para identificarlos como felices. Tener una posición privilegiada en la sociedad llevaba implícito olvidarse del ocio, de la vida privada o del tiempo libre, momentos que cada vez más somos conscientes que repercuten directamente en nuestra felicidad. A la par, se aumentaba la cuenta corriente y todo el listado de posesiones. El verbo que se conjugaba era el de acaparar, quizás más con la idea de poder mostrarlo a los demás que con disfrutarlo uno mismo. Quedaba así patente la felicidad que todo aquello aportaba. Hoy el concepto se vincula más al ser que al tener, y esto también tiene su peligro. Ahora toca ser feliz sin importar cuales sean las circunstancias. Es algo que poco a poco queda impuesto de forma no escrita: hay que ser feliz en todo momento y lugar. Lo sentimos señores, pero no es posible. Ni sano. Esa felicidad sostenida en el tiempo sin importar los acontecimientos, esa vida maquillada sin estrés ni tristezas, sin insomnios ni preocupaciones, no es verdadera ni humana, ni atractiva. Es igual de desequilibrada para nuestro cerebro que lo sería una tristeza constante. No podemos pedir y ensalzar ese deseo imperioso de eliminar lo negativo hasta el límite. Hay que recordar que lo negativo es esencial para que exista lo positivo. La vida es así, imperfecta, desigual, emocionante, auténtica y personal. Con sus luces y sus sombras. Y para que exista la felicidad también tiene que hacer acto de presencia la tristeza.

Y tú, ¿qué opinas sobre este concepto de felicidad que actualmente vivimos?
Y lo más importante, ¿qué te hace feliz? 

5 de marzo de 2015

Mi querida Amsterdam

El pasado Octubre, cuando el otoño empezaba a hacerse hueco regresé, una vez más, a mi querida Amsterdam. En el primer post de este año os lo comentaba de refilón, no había tenido tiempo para pasarme tanto como me gustaría por este sofá para hablar e intenté resumir mis últimos e intensos meses del 2014. 
Ahora, con más de calma esparciré por el sofá algunas fotos del viaje, compartiendo con vosotros unos de los momentos de esta última escapada en soledad a una de mis ciudades prefieras, por no decir mi ciudad preferida. Amsterdam tiene algo tremendamente especial para mi. La primera vez que llegué la recuerdo como si fuese ayer mismo: llegué con un amigo a la estación central, estaba anocheciendo en un día de mediados de Julio. Estábamos rodeados de bicis, tranvías y arquitectura tan pintoresca como la de Amsterdam. Y le dije: "No sé porqué pero aquí volveré muchas veces". Y así fue, al año siguiente, y al otro, y al otro, y al otro... Y siempre tengo ganas de volver. 
Applee pie del Café Winkel, en la plaza de Noordermarkt. En el barrio del Joordan. Mi favorito. Los sábados hay un mercado de agricultores locales en los que encontraréis todo tipo de víveres de una calidad suprema. Leche, quesos, miel, frutas, verduras, flores, tartas caseras... Fue el dueño del Winkel quién comenzó la tradición, montando nueve puestos de comida biológica en el año 1987, con la idea de atraer más gente los sábados por la mañana. Hay mucho y muy buen ambiente. 
Entrando por esta puerta encontramos en su interior el patio de Raepenhofje, creado en 1648 por un judío para damas protestantes. En Amsterdam hay muchos "hofjes", grupos de casas con un patio interior destinados a los más necesitados, o en el que vivían mujeres solteras o viudas dedicadas a la oración y a las obras de caridad. Begijnhof es uno de los patios más famosos, data del 1460 y está en pleno centro. Hay otros como este, menos famosos pero no con menos encanto. En estos lugares parece que el tiempo se ha detenido. 
Aquí, en uno de los cafés de las Nueve Calles viendo el tiempo pasar. Quizás, unas de las calles más bonitas del mundo que acogen a unos paseando, a otros en bici, para ofrecer tiendas especializadas, vintage, diseño, cafés magníficos y acogedores. Y es que estas calles son pintorescas, auténticas y con un tremendo encanto. Un lugar del que no quiero irme nunca.
Quesos y pan con semillas. Goodies es uno de esos locales en las Nueve Calles en el que a cualquier hora os acogerán con buen ambiente para tomar algo delicioso. 
En esta esquina está uno de los lugares a los que siempre voy cuando estoy en Amsterdam. Small World es un lugar con nulo atractivo en un local pequeño, pero el agradable servicio, sus deliciosos bocadillos, su quiche, sus tartas, sus zumos naturales... Imposible no rendirse a sus encantos. Si hace buen día, su terraza es una alternativa acertadísima. La imagen con  esta bella dama en bicicleta me pareció que tenía que traerla hasta este sofá sí o sí. Era la elegancia paseando en bicicleta.

En bici por delante del museo de arte moderno Stedelijk mientras caía la noche. Cercanos están también el Rijksmuseum, el museo Van Gogh y el Concertgebouw, por la parte trasera. 
Una casa cualquiera, en una calle cualquiera. ¿Qué importa dónde exactamente? No hay cortinas en casi ninguna casa, dejando el mensaje implícito de que aquí no hay nada que esconder. Y como todo queda abierto quizás por eso nadie curiosea. Así los encuentras cuando termina el día: preparando la cena, leyendo, tocando el saxo, escribiendo, tomando una copa de vino, compartiendo el final del día con alguien... Ahora sí, las casas toman vida y se convierten en hogar. Entonces todo cambia... para mucho mejor.  

Es difícil, como decía, explicar todo lo que aúna Amsterdam y además lo que significa para mi. Pero yo me quedaría con la palabra paz. Es calma, silencio, acogimiento. Es sorprendente ver como estás paseando por una de las calles que supuestamente pertenecen al centro, y encontrarte solo, en completo silencio, abrazado por una sensación de paz. Amsterdam es eso para mi, además de  comer tranquilamente, de pasear en bici con el aire en la cara. Amsterdam es escuchar a Madeleine Peyroux con la ventana abierta que da al patio trasero de la casa. Amsterdam es   mercado, té frío y pastel de manzana en la terraza disfrutando del ambiente. Es vintage y el último diseño casando a la perfección. Es pasear, es parar porque sí, es inspiración, sonrisas, sueños que no despiertan. Amsterdam es sentirme en casa. Es energía de la buena buenísima. 


Y ahora, a soñar despiertos. 


Y para ti... ¿Qué es Amsterdam? ¿Cual es para ti esa ciudad que ocupa un lugar especial?

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