El día en que nacía la primavera terminaba el viaje. Te ibas y el sol salía para orientarte, nos dejabas el calor para seguir la andanza. Era como un día anunciado sin fecha propiamente dicha, todos nacemos con ese día escrito en la planta de los pies, así que es en vano correr al lugar más recóndito del mundo porque al final siempre termina encontrándonos. Pero hay casos en los que se hace una especie de epílogo en el que todos los que rodean a esa persona,o ella misma,sabe que ahora más que nunca el final se acerca a ritmo de soul. Y la tristeza, normalmente, aparece y nos bloquea sin dejarnos disfrutar de los que serían nuestros últimos días juntos. Con Marzo nacía la crónica de una muerte anunciada, parecida a la de Gabo, pero esta con menos personajes y sin viaje. Era básicamente una espera, qué fría la espera de saber que te vas. Y no nos hemos despedido... nunca nos despedimos, no nos gustaba esa parte de la partida ¿por qué hacerlo ahora? Camino del adiós recorríamos la misma ruta de vuelta a casa tras la playa en los veranos de la infancia. Ibas delante, como una guía y, parecía que por más que te seguía, imposible era agarrarte.
La muerte siembra el miedo entre nosotros, el miedo al fin, el miedo a lo desconocido. Hasta los que esperan el paraíso le temen aunque sea en silencio. Ni digamos ver la partida de un ser querido, la agonía de llegar hasta el último día sabiendo que quizás hoy sea el definitivo. Hasta que recibes la noticia no cierras la puerta. Hasta que no oí la voz de mamá no caí al vacío. Ya había terminado todo. El desierto ante mis ojos. Sordidez en el aire. Sentimientos enfrentados, la tristeza fría como el acero y, recuerdos, muchos recuerdos flotaban desorientados en mi mente. Ya te estaba echando de menos y todavía estabas aquí. Y realmente por aquí te has quedado con tu sonrisa tímida y tus buenos deseos envueltos en abrazos de abuela, ¿qué seríamos sin los abrazos de la abuela? Me has dejado tantos buenos recuerdos, tanto cariño, que no cabe el olvido. Y te has llevado mi sonrisa, mis incógnitas. Y en esa larga despedida me encontré con familia, amigos, conocidos, desconocidos de la familia con los que no coincides a menudo, y con mi otra familia, esa con la que no compartimos apellidos ni sangre, pero si minutos, horas, días, meses, años compartiendo momentos inolvidables, momentos que han hecho que yo los considere familia, momentos en los que siempre me han hecho sentir su pequeña Lucía. Y junto a ellos, más recuerdos. Un mar de recuerdos. Sentir cerca a los que quieres te hace sentirte arropado, fuerte, estimado, y en un momento tan gris atenuaban el dolor con sus mejores mimos. Cómo ha pasado el tiempo! Cuántos años, sin embargo, ellos seguían allí meciéndome entre abrazos, como a su pequeña Lucía. De vuelta a casa comencé a mirar fotos tuyas, nuestras. Creo que era la necesidad de volver a verte, de saber que recuerdo tu cara. De poder volver a mirarte y pensar todo esto que ahora te cuento. Necesidad de apagar parte de mi tristeza encendida.
El día que nacía la primavera... cogiste tu maleta llena de secretos y echaste a volar.
El día que nacía la primavera... cogiste tu maleta llena de secretos y echaste a volar.