música aquí...

Sufrimos desengaños nuestros y desengaños cercanos. Unos construídos por nosotros mismos sin ningún pilar externo y, otros que dejamos construír a vendedores de humo. Perdemos la esperanza en algo y saltamos del error, a veces rezagados por no querer encontrarnos cara a cara con el desengaño, un señor mal encarado que nos espera con ganas de aclaración. Le presentamos el chasco a la frustración. Decepcionados con la cara sin gesto. Lo bueno del desengaño es que ya hemos salido del error, sólo queda un camino: construír. Y nos disponemos a llevarnos bien con ese señor llamado desengaño para poder construír ahora algo desde nuestra propia confianza, acabada de despertar y con cara recién lavada.
El ocaso puede ser algo tan deseado como un atardecer mientras entierras los pies en la arena de la playa, con tu piel caliente por el sol que se remolonea antes de irse. Cuando el cielo acoge a la noche y se forman una mezcla de tonos azules, amarillos, naranjas, rojos... Un cielo que pone el fin de fiesta al día. Y luego hay días que tienen un ocaso temprano, a las 12 del mediodía, cuando el sol se encuentra en el punto más alto puede comenzar nuestro ocaso, en una tarde tranquila puede, de repente, volverse la noche más oscura. El otro día anochecía temprano. Sigo buscando el sol, un sol de mediodía que vuelva a brillar. Te miro desde el cristal, cerca y lejos a la vez. Si sientes que no estoy estando a tu lado saca la parte de mi que has guardado bajo llave. Mi mejor parte, esa que te he entregado hace tiempo, esa que me has cogido en un descuido. No te preocupes, tuya es. Sé que contigo está a salvo pero hoy... sácala.
Rose deja la palabra, y esto sigue esperando palabras vuestras. Palabras nuestras.
Puede que haya habido tiempos mejores, pero no creo que fuesen mejores sino distintos, había piezas de las que me he desprendido y, no existían otras que ahora atesoro. También tiempos complicados, baches que sortear. Y ahora llega el momento de cumplir un año más. Todos merecen ser celebrados pero hay algunos que se lo merecen especialmente y, otros que la celebración sabe mejor. Echando la vista atrás y ojeando todo lo vivido, los logros conseguidos, los obstáculos saltados, la época que atravieso y la etapa que ahora estreno... celebremos pues. Ardua sería la tarea de dejar a un lado los propósitos cuando comienza un año y más, cuando ese año es única y solamente tuyo, tiene algo más de especial. Aquí surgen los propósitos más personales si cabe. No hacemos propósitos en base al año que vive el mundo, sino a la edad y a la época en la nos encontramos inmersos, hablamos de identidad. Cada uno con su propio ritmo.
Dicen que los deseos no deben desvelarse porque sino no se harán realidad. Los regalos también traen un deseo especial de quién los trae. Este cumpleaños ha sido el cumpleaños de los libros, sin duda, (salvando ciertas cosas). Libros, libros y, más libros, cada uno llega con un deseo de la mano de quién lo ha traído hasta mi. Todos esos propósitos que desde la voluntad y el empeño ansiamos palparlos desde cerca. Todos esos deseos que revoloteaban mientras las velas de la tarta son apagadas.
Una enorme estrella que sustenta un gran sistema. Una estrella que nos sostiene irradiando luz y calor, sólo puedo pedirle que no se apague. Escapa y escóndete, pero vuelve. Las penas con sol parecen menos tristes, la alegría se vuelve radiante ante el sol, debe de ser por eso de que todo depende con la luz con la que se mire. Giramos alrededor del sol atrapados en su luz, jugando a poner la luz a diferentes intensidades. Porque sol no es sólo verano, sol es siempre, y ahora más que nunca. Damos media vuelta y nos quedamos dormidos a la luz de una vela. Sol dorado en la Toscana, el sol blanco de Estocolmo. Incluso a medianoche puede salir el sol, allí arriba, en Cabo Norte por esta época del año sucede este fenómeno, un sol perezoso por marcharse, una de esas cosas que hay que ver, al menos, una vez en la vida, pero eso tendrá su hueco en otro post. En un eterno cielo azul, sol. Tras una espesa y gris niebla, sol. Por encima de esas nubes negruzcas que chocan entre sí, sol. El sol despertándome mientras se cuela por la esquina de la ventana. Nada mejor que el sol en la cara mientras nos dejamos caer en el suelo. El sol se torna nuevo cada día.