El verano se resiste a quedarse con nosotros. Sin embargo, le encuentro un encanto especial a estos días grises de verano, en los que antes sólo encontraba apatía a borbotones. He aprendido a ver en el gris otra forma de luz, una paz calmada que traspasa el cristal para tomar conmigo manzanilla helada. Sin frío ni calor, ni mucho ni poco, consigues el equilibrio para sentirte flotando aún permaneciendo sentado. Como si el tiempo te meciese en un vaivén entre rayos de luz que salen huyendo entre el encierro de las nubes. Y son esos pequeños instantes en los que siento que tendría que agradecer, no sé muy bien a quién, que mi pequeño mundo, aunque sólo sea por ese instante, sea así de bello.
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Cuenta lo que quieras, recuerda que esto es "un sofá para hablar"...