Estrógena en un cuarto de siglo

Día a día se consume el tiempo sin ser conscientes de que todo ese ciclo se va pero a la vez se queda en nosotros, siendo reservas de años que apuramos intentando buscar épocas mejores y, a veces, intentando detenerlo sin éxito. Una utopía que la humanidad no ha logrado vencer: parar el tiempo. Cuando llega el cumpleaños tomas conciencia de todo este pasado año, duro o cálido, que está a punto de concluir. A veces, navegamos a la deriva en los recuerdos hasta años pasados de la infancia, de la adolescencia... y pensamos: "cómo ha pasado el tiempo!" Cuando eres pequeño el cumpleaños es una fiesta, pero según vas acumulándolos la fiesta, para muchos, deja de serlo para convertirse en el cruel momento de pasar al número siguiente. Para otros cumplir años siempre es una fiesta aunque durante el año las quejas por todo hayan sido constantes. Según pasa el tiempo para mi el cumpleaños no es ni lo uno ni lo otro, sino una bendición de poder vivir el hoy aquí. Aprendí que la edad es sólo algo mental, que mi abuela se ha ido con 93 años en medio de una juventud de otoño, que me tropiezo día a día con antigüos veinteañeros, con carrozas viviendo en una treintena estancada. Hubo una época en que los hechos grises y ásperos cercanos a mi sucedían en vísperas a mi cumpleaños y durante unos años despertaba en mi cierta antipatía, no por el hecho de hacerme mayor, sino por ligarlo a otros sucesos. Tengo pendiente la celebración de los catorce. Hoy cumplir años es el regalo de ver que los días que se van han sido vividos, y llega una nueva oportunidad de tener un año todavía mejor que el anterior. Estar con los que quiero, con los que alimentan mis sonrisas diarias. Una cita a solas conmigo misma todos los días un rato, para poner orden, para silenciar los pensamientos bulliciosos. Hay números dentro de las edades que son más especiales, el primer año, los diez, los quince, los dieciocho, los veinte, los veinticinco, los treinta, los cinquenta... y luego hay años que dejan un grato recuerdo unido al número en cuestión. El cuarto de siglo es especial, vives de alguna forma el principio de tu madurez, teniendo en cuenta que hay gente que nunca llega a su madurez y pasa de ser infantil joven a infantil viejo. Los veinticinco tienen la ilusión y la energía de los veinte, un poco más cerca del suelo que los veinte, sin las preocupaciones de los treinta, sin relojes biológicos, sin arrugas. Con la muerte ficticia y lejos, con esa inmortalidad en la que habitas día a día. Los veinticinco huelen a libertad.
Cuatro de Junio, para muchos un día especial en el que recordar o en el que celebrar. Cuatro de Junio, para otra mayoría, un día normal. Cuatro de Junio día dedicado a los niños víctimas de agresión. Me gusta que coincida con mi cumpleaños un no a las agresiones infantiles de cualquier tipo, porque todos aquellos que agreden a un niño no merecen una vida digna, no merecen una existencia íntegra. Con lo importante que es el papel de los niños para mi; con lo bella que ha sido mi infancia gracias a muchos que todavía hoy siguen contribuyendo para que mi vida siga siendo bella; por todos esos que me han acogido haciéndome el mejor de los huecos en el bono familiar de los abrazos. Porque una bella infancia es el mejor prólogo para una vida soleada. Por todo lo vivido, por todo lo que me han enseñado y por cómo me lo han enseñado, no puedo consentir un niño sea atacado. No lo consientas tú tampoco. Llamo al taxi que recogerá a mis veinticuatro, se van llenos de buenos días, de recuerdos amargos, de explosiones de felicidad, de tardes de jardín, de helados de febrero, de ciudades nuevas, de imágenes llenas de encanto, de lágrimas derramadas con exasperación. Veinticuatro llenos de abrazos de mamá, de infancia renovada, de lecturas ávidas, de risas atemporales, de bloggers emocionantes. Me pinto los labios par recibir a los veinticinco que vienen de camino. Los acojo con enorme mimo, con un pacto de que, al menos, sean igual de buenos que sus predecesores. Yo prometo poner las mismas ganas, el mismo ímpetu. Yo prometo la misma ilusión para llegar a otro cuatro de Junio en el que el sol saldrá a saludarme. Gracias a todos los que habéis colaborado de alguna forma en que estos años hayan sido así y no de otra forma. Gracias a todos los que habéis dejado en mi vuestro tiempo, vuestras ansias, vuestro cariño. A todos los que ya no estáis y a todos los que espero teneros junto a mi durante mucho tiempo. Gracias a todos por hacer de estos años una aventura increíble. Soplaré las velas pensando en todos esos deseos para un año que comienza en pleno junio.