El día que te fuiste para siempre, una parte de mi se fue también contigo. O quizás, esa parte te la llevaste sin saber. O puede que no te hayas ido, porque sigues estando aquí. Sólo sé que hoy no te tengo como quisiese sino de otra forma distinta. Sólo sé que yo me he quedado con menos de la mitad de mi mismo. Y es que una vida a tu lado no es fácil de imaginar, no es fácil de resumir, no es fácil de describir. Es muy complicado ponerle un fin. El tiempo y la soledad me han soltado desde las estrellas en una caída libre. Yo más que caída libre le llamaría solitaria. Estaba tan acostumbrado a caer y levantarme contigo. Lo mejor es que me encantaba esa costumbre. Tic-tac, tic-tac, tic-tac... el tiempo a tu lado era un regalo. Saber que llegarías era la mejor promesa. Cuando te haces viejo te sientes débil. Cuando pierdes a quién ha compartido contigo copas de una coctelera llena de todo lo que lleva una vida, entonces te sientes vacío. Y así me quedé yo débil y vacío. Luego debes aprender a despertar sin tu otro yo. Aprender a poder mirar fotos, a olerte de nuevo, a poder pensarte antes de dormir. Aprender a viajar sin tener a quién fotografiar y reirnos juntos de las perspectivas. Aprender a pasear mirando lo que te gustaría, recordarte de repente, y que la tristeza no me invada. Y me he puesto a prueba. Hacer lo que más te gustaba a ti, pero sin ti: viajar. Algo que sólo hacía contigo. Embarcarme entre emociones para saber si estoy curado del mal de la nostalgia. Crucé un océano que llaman charco y me fui a pasear entre rascacielos. He ido como iríamos tú y yo, sin lujos ni pretensiones, sin planes ni planos, con nuestro pequeño monedero para los dólares, con nuestra vieja maleta. Al fin y al cabo, voy y te llevo, vienes y me acompañas. Lo mejor ha sido ver que allí todo sigue igual que cuando iba contigo y, a la vez todo cambia continuamente. Un reflejo de nosotros, todo había cambiado para mi, sin embargo, creo que en algún momento llegué a cogerte de la mano. Lo mejor ha sido ver a unos jóvenes paseando por la 8th Avenida con las miradas entrelazadas a la altura de la calle 86. A veces una mirada lo dice todo. Me emocioné al verles, salía una risa limpia, de esas que refrescan el ambiente. Salpicaban felicidad. Y por otra parte sentí pena, les quedaba tanto por aprender. (Tanto por llorar... )Y yo desde este plano nunca se me ocurriría decirles la mezcla de pensamientos que tenía. Les daría un consejo: el día que el otro se vaya, ve siempre como si hubieses ido con él. Nunca tires tu vieja maleta. Y cuando el avión se retrase, cuando veas que el tiempo de duración del viaje es mucho mayor del estimado, no te preocupes... debes lidiar con la lección más importante: dejar de mirar el reloj porque llegas tarde, recuerda que sólo se llega tarde cuando alguien te espera.
dedicado a Kireigirldamadrid por su comentario, por su idea.
Tengo un nudo en el estómago...me he emocionado al leerte...
ResponderEliminarla vida tiene golpes demasiado duros...
besos
Qué bello y qué triste a la vez. Haces que se nos remueva la mente y el espíritu. Has hecho que muchos se muevan al leerte y eso es algo que mucha gente no consigue en toda su vida... Queremos un libro tuyo...para que puedas dedicarnoslo...
ResponderEliminarQué tristeza, pero qué bien te expresas y cuánto llegan tus palabras al corazón.
ResponderEliminar¡Un abrazo, pequeña! ¡¡Muak!!
Que triste y que bonito a la vez.!!!
ResponderEliminarYo también me he emocionado..!!
no me des las gracias por mi tiempo, me ha encantado leerte.. mi madre murió hace un año y muchas veces siento lo mismo..!!!
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